Navidad, pueblo y ciudad
Por: Gonzalo Molina Arrieta
La agonía del ser sabanero no llega en octubre o noviembre con la acelerada temporada de venta de navidad que los comerciantes de épocas nos obligan a aceptar, si no por los últimos de noviembre y primeros días de diciembre, cuando la brisa “loca” llega a acariciar las plantas, las ventanas, los techos; las sabanas y los vestidos que cuelgan en los edificios son arrojados a otros patios. Nos llega cuando los granitos de arena, tierra y hollín se hacen evidentes en pilitas por debajo de la puerta; cuando se nos empañan los ojos por la polvoreda en las calles. Esta brisa que a veces sopla con tal fuerza que las mujeres cambian la moda, dejan de usar la falda porque el pollerín y la enagua hace rato lo abandonaron; entonces en ese momento nosotros los que de una u otra manera tuvimos la fortuna de nacer en la sabanas decimos con toda seguridad huele a pueblo.
Es que de alguna forma también huele a tierra. Los que no son de pueblo, dicen, llegó la navidad; pero la navidad para nosotros (los sabaneros, los pueblerinos) es el olor a tierra, a polvo recién mojado.
La navidad para nosotros, vuelvo a empezar; es el olor a corral, a moñinga he vaca, a comida hecha en hornilla, binde o fogón de leña, a bocachico frito y arroz con coco; el olor a ciénega, Sinú y San jorge con su brisa suave; es ese el dulce - húmedo aliento que nos envuelve, es el entorno de naturaleza, el puro goce multisensorial que nos seduce.
En cambio a la ciudad y al citadino, definitivamente el pueblo y la naturaleza solo le llegan en la navidad, porque es el momento en que la gente piensa masivamente en los pesebres y arbolitos, en los animales, en las ovejas y las vaquitas como algo propio.
Por eso es que nosotros decimos huele pueblo, huele a corral, huele a navidad, a tranquilidad, huele a abarca y sombrero, a relajamiento y serenidad. He aquí lo bueno de la navidad.
Pueblo y Navidad
Es ahí donde nos encontramos todos (pueblo y ciudad); los miles de hombres y mujeres, niñ@s y ancian@s buscando ruta para dejarlo todo, quieren dejar este sinfín afán, de caos y angustias, de ruidosas noches y largos días de trabajo, de colas en los bancos y almacenes que venden para calmar la ansiedad de tener vaquitas y arbolitos plásticos o reales en navidad.
Es aquí, donde el hombre que ha vivido la sabana y la ciudad dice con ternura y esperanza huele a pueblo, huele a tierra, huele a vaquitas y arbolitos, es vacaciones, es navidad.
Por: Gonzalo Molina Arrieta
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